Alana Fuentes

Alana nació y creció en Puerto Rico. Sin embargo, actualmente cursa su segundo año en Harvard College, donde estudia matemáticas aplicadas en economía con un enfoque secundario en estudios educativos.

En Harvard, forma parte de varias organizaciones como CIVICS, donde visita escuelas públicas en Boston para enseñar sobre el gobierno, y Youth Lead the Change, donde organiza conferencias internacionales para estudiantes de secundaria sobre liderazgo. Son espacios que se alinean con lo que espera hacer en el futuro: trabajar en el ámbito educativo. Además, también forma parte del equipo de Model UN en Harvard.

Su camino con Model UN comenzó el año pasado, cuando buscaba un espacio que fuera retador, divertido y donde pudiera hacer amistades. Desde entonces, ha disfrutado mucho ser parte del Intercollegiate Model UN Team y ha descubierto que lo que más le entusiasma es trabajar como staff en las conferencias. Por eso, está muy emocionada por HNMUL-LA 2026.

Alana espera poder ofrecer a los delegados un espacio donde puedan crecer como oradores y negociadores, mientras se divierten explorando un tema tan importante como entretenido. ¡Después de todo, imaginen un mundo sin Daddy Yankee o Bad Bunny!

 

TOPIC: Drop it Like It’s Banned

A principios de los años 2000, el reggaetón estalló en toda América Latina, resonando en las bocinas de discotecas, radios y en la cultura juvenil. Nacido en los barrios marginados de Puerto Rico, el reggaetón fusionó el dancehall jamaiquino, el reggae en español panameño, el hip hop y ritmos afrocaribeños, creando un sonido que era a la vez crudo, sin disculpas, y profundamente representativo de una nueva generación de las comunidades marginadas de América Latina. Sin embargo, a medida que el género ganaba visibilidad y popularidad, también se convirtió en un catalizador de controversia. Las autoridades gubernamentales, las fuerzas del orden y sectores de la sociedad puertorriqueña comenzaron a atacar al reggaetón por su supuesta obscenidad y por promover la delincuencia. Lo que siguió fue un episodio contundente de censura cultural que plantea preguntas persistentes sobre el control estatal, la libertad artística y la politización de la moral pública.